miércoles, 30 de abril de 2014

Aceptar para transformarse




















Negamos aquello que nos incomoda

Normalmente aquello que produce un disconfort en el alma tiende a ser rechazado. Particularmente rechazamos todo aquello que nos incomoda dentro de nosotros mismos. Puede ser alguna cualidad o algún rasgo de nuestra personalidad. Para ser más exacto algún rasgo de una de las subpersonalidades que tenemos.


Por un lado, el rechazo es una medida de protección, por el otro es una huida para evitar afrontar lo incómodo, molesto, desagradable, etc.

A la luz de lo que estoy comentando, la famosa propuesta de "abandonar la zona de confort [para lograr algo]" es un despropósito total. Nada más percibir el disconfort interior, nos lanzamos a abandonar este espacio. Si nos quedamos en él no solo no conseguimos ninguna meta externa, sino que nos arriesgamos a quedar varados en la ciénaga de vivencias neuróticas.

Hemos de intentar convertir lo incómodo en cómodo solo así podemos lograr algo sustancial. Veremos que se puede hacer un poco mas adelante.

Pero por mucho que intentemos rechazarlo, no solucionamos el tema y volvemos una vez tras otra a él muy a pesar nuestro. Es por eso por lo que Jung dice "lo que niegas te somete". Provoca una constante reacción, nos empuja a reaccionar y muchas veces de una manera muy efusiva.

Rechazo como proyección

A veces el acto de rechazar se manifiesta en forma de una proyección. Proyección viene del latín proctio - acción y efecto de lanzar adelante. Por pura lógica podemos lanzar algo que tenemos en nuestras manos, que está en nuestra posesión.

En otras palabras, no puedo lanzar algo que no sujeto. Aunque también decimos "lanzar una mirada". No es que estemos sujetando nuestra mirada pero sí estamos en condiciones en dirigirla y la pueden percibir/recibir desde bastante distancia, lo cual corresponde a hecho de que nuestra mirada literalmente llega a su destino. Creo que todos hemos vivido esta experiencia.

Entonces, hablando de nuestro alma, proyectamos fuera aquello que llevamos dentro, que está en nuestra posesión. Por ejemplo, me producen un rechazo personas desordenadas, poco formales, que no cumplen con lo prometido, que mienten, etc.

 Como hemos visto, proyecto aquello que me incomoda dentro de mi hacia fuera, lo lanzo literalmente hacia fuera con la intención de liberarme de ello. Empiezo a criticar, regañar, "instruir" a otros cuando en realidad estoy hablando en todo momento de mi mismo: siguiendo con el ejemplo que puse - soy desordenado, poco formal, no cumplo con lo prometido, miento, etc.

Y además de rechazar (de lanzarlo adelante) no lo reconozco, incluso puedo entrar en unas discusiones muy acaloradas para "demostrar" que no soy así. Es una pésima solución del tema. Nos conduce a una tensión y, de verdad, nos tiene sometidos. ¿Cuál es la solución?

Aceptación

Si aceptamos aquello que nos disgusta y al mismo tiempo forma parte de nuestro ser, esos rasgos o cualidades, ponemos en marcha la transformación terapéutica. Con asombro empezamos a descubrir que el mundo no es tan cabrón e injusto como nos parecía. Sigue existiendo mucha injusticia pero al liberarnos de la tiranía del rechazo de nosotros mismos ganamos un poco más de "objetividad".

Pongo "objetividad" entre comillas porque, por definición, el ser humano no puede ser objetivo. Siempre es subjetivo debido a que es el sujeto. Lo único que puede ser objetivo son los objetos y estos normalmente carecen de alma, ánima, son objetos inanimados.

No tenemos que confundir la aceptación con el hecho de estar de acuerdo. Acepto que soy una persona desordenada y al mismo tiempo comprendo perfectamente que esto no es lo mejor si quiero alcanzar unas metas ambiciosas o difíciles.

Por el hecho de aceptar que soy una persona desordenada me libero del conflicto interno, elimino tensión innecesaria que consume gran cantidad de mi fuerza vital y puedo emplear esa fuerza liberada para construir, forjar una faceta o cualidad más idónea: ser más ordenado.

También la aceptación nos libera de extremismos, de ese maximalismo juvenil que es muy frecuente encontrar en personas adultas que deberían ser más conscientes de la complejidad de la vida.

Así la aceptación, como dice Jung, "nos transforma". Nos transforma en seres más completos, elimina parcialidad, añade profundidad y sabiduría.

¿Qué rechazas en tu alma, tu carácter? ¿Te das cuenta de que lo proyectas si encuentras algo parecido en otras personas? ¿Qué ocurre si das el paso y lo aceptas? ¿Te arriesgarías a hacerlo?

Comparte tu visión, tus vivencias y experiencias en los comentarios.




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